Modelo 2010

Analice la estructura morfológica de incomparable, e indique el proceso de formación de palabras que ha tenido lugar.

Siempre me ha gustado oír hablar a la gente, se tratase o no de palabras dirigidas a mí. Pero oír hablar a una persona es también verla hablar, descubrir las huellas del cuento en el rostro que lo emite. Esto lo observé desde muy niña y me resultaba un incomparable aliciente —que no he perdido— mirar a la cara de quien estaba contando algo, porque las transformaciones que acarreaba lo dicho en la expresión del hablante era como un segundo texto sin cuyo complemento se desvanecía y oscurecía el primero, hasta el punto de que a veces, si no había asistido como testigo presencial a la gestación de una perorata, narración o recado que otro me transmitía solía preguntar casi indefectiblemente: “¿Con qué cara te lo dijo?”, como si ese dato de la expresión del rostro afectara no sólo al acontecimiento verbal mismo, sino a mis capacidades para descifrarlo y entenderlo correctamente. Pero la expresión oral que se plasmaba en el decir y el contar, además de ser un acontecimiento en el sentido de hecho que acontecía —y para mí uno de los más apasionantes— era también, como comprendí muy pronto, sustancia primordial que alimentaba los cuentos y conversaciones mismos, ya que en el seno de ellos se venían a reflejar continuamente, como en una perspectiva intrincada de espejos, otros cuentos y conversaciones anteriormente acontecidos y que el narrador rescataba.

Carmen Martín Gaite, El cuento de nunca acabar.